¿Cómo saber si mi hijo siente ansiedad?
En medio de una pandemia y luego de tantas pérdidas que los niños han experimentado: entre seres queridos, clases presenciales, su interacción con el mundo y el contacto con otros niños y familiares, hemos visto cómo el índice de ansiedad en niños se ha incrementado significativamente.
La ansiedad es una alerta mental, física y emocional generada por la percepción de peligro, que puede ser real o no.
En niños puede presentarse en forma de miedos o preocupaciones. Cuando estos son tantos, que interfieren con las actividades escolares, en la casa o en el juego, puede que se diagnostique un trastorno de ansiedad.
Los siguientes son ejemplos de los distintos tipos de trastornos de ansiedad:
· Sentir miedo al estar separado de los padres (ansiedad de separación);
· Sentir un miedo extremo acerca de una situación o algo específico, como los perros, insectos o ir al doctor (fobias);
Sentir mucho miedo de la escuela o de otros lugares donde haya muchas personas (ansiedad social);
Estar muy preocupado por el futuro o de que sucedan cosas malas (ansiedad generalizada);
Presentar reiterados episodios de miedo intenso, repentino e inesperado, que se producen con síntomas como palpitaciones del corazón o dificultad para respirar, o sentirse mareado, tembloroso o sudoroso (trastorno de pánico).
Los síntomas de la ansiedad también pueden incluir problemas para concentrarse, dormir, cambios en los estados de ánimo; además de síntomas físicos como dificultad para respirar, corazón acelerado, fatiga, dolores de cabeza o dolores de estómago, tics nerviosos, entre otros.
Como padres, nuestro objetivo no es eliminar la ansiedad, sino aprender a identificarla y adquirir herramientas para enseñarles a nuestros hijos cómo manejarla.
¿Qué podemos hacer?
1. Aceptar la ansiedad. Es importante aceptarla con todo y sus incómodas y extrañas sensaciones. No alarmarnos, ni reaccionar ante la muestra de ansiedad de nuestros niños; simplemente acompañarlos con actitud empática.
2. Enseñarle a identificar lo que están sintiendo, ponerle nombre, validarle la emoción y hacerle saber que está seguro contigo. “Veo que estás sintiéndote ansioso/a, noto que tienes miedo o estás preocupado por algo, respiremos juntos, estoy aquí para ti, estás seguro conmigo”.
3. Crear espacios de escucha, donde los niños se sientan seguros y en confianza de compartirnos cómo se sienten, sus miedos y preocupaciones. Sin juzgarlos, ni tratar de rescatarlos de sus emociones.
4. Practicar ejercicios de regulación emocional. Enseñarle a cómo regular su sistema nervioso simpático, a través de: la respiración, ejercicios de mindfulness para niños, hacer una esquina de la calma en casa, una rueda de opciones, practicando el grounding (contacto con la naturaleza), afirmaciones positivas (“Este es mi lugar seguro” o “esto también pasará”), oler aceites esenciales, cerrar los ojos y poner una mano en el pecho y otra en la nuca), entre otros.
5. Ofrecerle seguridad, aliento y acompañamiento. Mientras más seguridad, aliento y acompañamiento le ofrezcamos a nuestros niños, más van a confiar en su capacidad para afrontar las distintas situaciones. Evitar forzar al niño a hacer eso que le causa miedo; en su lugar, anticiparle y prepararle, en lo posible, lo que va a suceder, siempre acompañándole y animándole paso a paso. Todos tienen ritmos distintos y hay que respetarlo.
Como padres, puede resultar abrumador ver a nuestros hijos atravesar situaciones adversas que los llevan a experimentar pensamientos, emociones o comportamientos complejos y también es muy reconfortante saber que podemos desarrollar las habilidades para ayudarlos y pedir ayuda a un profesional siempre que lo necesitemos.
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