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Reflexiones sobre la abuelidad

  • María Cristina Imolesi
  • Jul 28
  • 6 min read
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Estas reflexiones que comparto con ustedes nacen de una experiencia raigal, que es a la vez comunitaria e íntima: la experiencia inefable de la abuelidad.


Tal vez porque tuve maravillosos abuelos… y en ellos me inspiro… y sin lugar a dudas por los seis nietos increíbles que llegaron en ráfagas benditas a mi vida y la transformaron y la siguen transformando- como les sucede a muchos abuelos y abuelas – me he animado a compartir estas reflexiones con humildad, confiando puedan ser de utilidad a algún abuelo o abuela que atraviese por las bendiciones y los desafíos de esta etapa.


Ser abuela me otorga una nueva identidad: soy “Abui”, al mismo tiempo que madre, esposa, profesional, y otros roles. Esta nueva realidad me ha cambiado, me ha abierto a un sin número de experiencias inéditas, emociones, inspiración, gratitud, esperanza, inquietudes e interrogantes y también angustias. Todo un desafío.


Se ha despertado en mí con claridad la necesidad de aprender a ser abuela -aceptar que no soy la que imaginaba - y de reaprender cómo ser ahora “yo” mientras soy abuela, y sigo siendo mamá, suegra, esposa, profesional…. Etc.


Creo que cambia, con la abuelidad... la propia identidad…el sentido de la vida… cambia también la idea que tenía de lo que es ser una buena abuela… como las que tuve el privilegio y la dicha de tener y como la que soñaba ser.


Algo así como si una se perdiese… y tuviese que volverse a encontrar… a recrearse… porque mucho de lo que aprendimos y creíamos ser y saber - resulta que cambió y ya no nos sirve de guía…


Y hay que hacer un trabajo a menudo duro de ruptura de esquemas y aprendizajes previos, para rediseñarse… y que el resultado de este proceso sea un aporte de valor a la vida de nuestros hijos y nietos… y que nosotros también lo podamos disfrutar. ¡Porque es fundamental conectarnos con la alegría! Con el entusiasmo, conectarnos con la gratitud, con la inspiración, con la creatividad, con la sabiduría profunda, que va más allá de los saberes hasta el momento conocidos, cuya validez pueda haber caducado.


Al convertirnos en abuelas, cambia la visión de la vida, y de una misma como persona.

Cambia el rol que teníamos hasta ese momento de madre de nuestras hijas e hijos adultos, quienes con la llegada de sus hijos (nuestros nietos) se han convertido en mamás y papás… y convertirse en padres y madres los transformó como seres humanos, como hijos, como parejas, como profesionales, y cambió también su visión crítica de nosotros como padres, como madres, ante lo cual a menudo nos sentimos desubicados, confundidos.


Creo que de alguna manera entramos en un “duelo” por los hijos adultos jóvenes que perdemos- esos que no tenían mayores compromisos- cuando se convierten en padres y madres… lo cual desde ya es maravilloso, pero a la vez conlleva también un componente de nostalgia.


Y resulta que nos damos cuenta que tenemos mucho que aprender y que todo lo que supuestamente “sabíamos”, pues no siempre es útil ahora…y hay que practicar la sabiduría de la humildad para aceptar que “sabemos poco”, para saber por ende y entre otras cosas, cuándo callar y esperar para opinar, y estar dispuestos con entusiasmo a aprender, todo el tiempo, y ver esto como una real y privilegiada aventura de amor, crecimiento y transformación, porque es verdad que todo cambia y esto requiere de nosotros apertura, flexibilidad, humildad, curiosidad, creatividad y espíritu de alegría.


También sentimos que tenemos mucho que ofrecer e importantes mensajes que transmitir y aportar a la generación de nuestros hijos y nietos… Queremos dejar nuestra huella, y que sea buena. A la vez necesitamos ser prudentes y no invadirlos. Ellos tienen que hacerlo “a su manera”, porque ésta es “su hora”. Nosotros tuvimos la nuestra. Ellos son los protagonistas. Nosotros los acompañamos y apoyamos.


La crianza de hoy es muy distinta a la de “nuestros tiempos” y también a la que nosotros practicamos con nuestros hijos cuando nos iniciamos como padres y madres. Esta crianza actual debe dar respuesta a infinidad de interrogantes producto de realidades y necesidades diferentes, propias de un mundo muy complejo, acelerado y cambiante.


El mundo de este primer cuarto de siglo XXI en la Era Digital, es muy diferente al que vivimos cuando teníamos la edad de nuestros hijos y nos convertimos en padres y madres.


Nuestros hijos e hijas, nuestros yernos y nueras, enfrentan actualmente grandes y crecientes exigencias, que combinan las de índole laboral con las muy delicadas propias de la paternidad y maternidad.


Cuando ambos miembros de la pareja trabajan - y esto es lo más frecuente - el cuidado y crianza de los niños pequeños -con toda la complejidad que conlleva - suele ser un motivo de gran preocupación, y quedar a menudo a cargo de personas no siempre adecuadamente capacitadas para esa delicada tarea. Los abuelos podemos aportar allí presencia de calidad y contribuir al cuidado y formación de nuestros nietos, siempre que nos lo soliciten y/o permitan y respetando las reglas y métodos de crianza que nuestros hijos escojan para sus hijos.


La generación de nuestros hijos posee habilidades y herramientas tecnológicas maravillosas que les permiten acceder a mucha información científica actualizada sobre crianza respetuosa, crianza positiva y todos los temas de su interés ellos como padres y madres. Están la mayoría de ellos realmente muy bien informados. Acudir a recibir orientación psicológica es cada día más frecuente.


En un mundo vertiginoso, acelerado, exigente, cambiante, donde suele escasear el tiempo para el encuentro humano genuino, nutricio y sin prisas, y donde los juegos y los cuentos, entre otras actividades, son parte valiosa de la educación, los abuelos podemos aportar valor a la vida de nuestros nietos, ofreciendo calidad de PRESENCIA, pausas plenas de ternura, creatividad, asombro y cuidado. Espacios nutricios de amor incondicional y sostén emocional.


Ser abuelo y abuela es algo muy hermoso… un verdadero privilegio de la vida, un regalo inefable que trae consigo una misión sagrada de Presencia y amor incondicional. Con la enorme recompensa del cariño entrañable y genuino que recibimos de nuestros nietos. Esto no tiene precio.


Pero a veces también -confesemos - se torna difícil y hasta caótico, cuando no sabemos dónde ponernos…cuál es nuestro lugar… qué decir… qué aconsejar…qué y cuándo callar.


O cuando nos preocupamos mucho por nuestros hijos y nuestros nietos y no sabemos cómo ayudar.


O cuando nos descuidamos… por cuidar


Pero tengo una buena noticia: ¡¡Podemos preguntar!!


Sí…preguntarle a nuestros hijos, a nuestras nueras, a nuestros yernos… dónde y cómo nos quieren… dónde y cómo nos necesitan… qué no quieren, qué no necesitan de nosotros…


Y otra buena noticia: ¡Podemos aprender! ¡sí podemos! ¡¡Podemos aprender y desaprender, inaugurarnos e inaugurar… sí!! No estamos condenados a repetir… ¡gracias Neuroplasticidad!


Y… otra muy buena noticia abuelos y abuelas: ¡Tenemos tanto para dar…en amor incondicional, en cuidados, en empatía, en ternura, en compasión, en asombro, en complicidades y ocurrencias sanas, en palabras de aliento y motivación, replicando tradiciones, inventando actividades y explorando habilidades para enseñarles a nuestros nietos a descubrir sus dones, a mirarse con nuestra mirada, y así verlos sonreír y sentirse valiosos, únicos, amados!


Los abuelos y las abuelas podemos:

  • Estar presentes y acompañar.

  • Aprender de nuestros nietos.

  • Ofrecer ternura, empatía, recetas, amor incondicional y consuelo.

  • Transmitir valores y tradiciones familiares.

  • Contar la historia de la familia.

  • Apoyar a nuestros hijos, hijas, nueras y yernos cuidando a los nietos, mientras ellos se ocupan en los exigentes trabajos de hoy en día.

  • Inventar y leer cuentos, hornear y decorar galletas y budines.

  • Dibujar, pintar, sacar punta a los lápices, cambiar pampers, cantar, bailar y aplaudirles.

  • Cocinarles, armar rompecabezas, peinarles.

  • Llevarlos al teatro, al parque… a veces hasta subirse a los trampolines a saltar con ellos.

  • Llevar y buscar a los nietos a actividades extracurriculares, o a la escuela.

  • Ser los “fans” número uno en todo lo que ellos hacen.

  • Y todo lo que se les ocurra a ustedes que no escribo aquí.

  • Amarlos, abrazarlos, hacerlos sentirse especiales.

  • Apoyar sus sueños.

  • Brindarles la experiencia inefable y necesaria de ser “amados con locura”.


Los abuelos y las abuelas también tenemos necesidades… Necesitamos:

  • Sentirnos presentes, visibles, y aportar valor a la vida de nuestros nietos.

  • Crecer y aprender todo el tiempo.

  • Seguir soñando y realizando sueños.

  • Compartir experiencias y saberes.

  • Escuchar con atención y ser escuchados con atención.

  • Sentirnos útiles y valiosos.

  • Sentirnos amados, respetados.

  • Dar y recibir muchos abrazos estrechos.

  • Brindar amor y sonrisas a borbotones y más borbotones.


Asociarnos con otros abuelos y abuelas para…

  • Compartir experiencias y aprender de otros.

  • Seguir creando y creciendo.

  • Inventar cosas nuevas valiosas y también divertidas.

  • Involucrarnos en proyectos nuevos que nos resulten atrayentes.

  • Transmitir nuestra experiencia de vida y valores.

  • Rediseñar nuestro proyecto de vida.

  • Procurar ser y hacer-lo-mejor cada día.

  • Cuidarnos en cuerpo y alma.

  • Respetar límites, practicar el respeto y la no intromisión en la crianza que nuestros hijos y sus parejas escogen para sus hijos, nuestros nietos.

  • Practicar la Gratitud y la Sabiduría de la Humildad.


Como dice Clarissa Píncola Estés, en su libro “El Baile de las Mujeres Sabias” aludiendo a la sabiduría de las abuelas: Vivir la vida intensamente, para inspirar a nuestros hijos y nietos a hacer lo mismo… a vivir sus propias vidas…


Solemos - tal vez más las abuelas que los abuelos por un tema cultural de nuestra socialización- hacer muchas renuncias por otros, por la pareja, por los hijos, por los nietos… Pues cuidado con eso… examinemos a qué podemos renunciar y a qué no…


y…

¡¡A vivir plenamente abuelos y abuelas!!

¡Qué etapa tan intensa e interesante la de nuestra abuelidad!

¡Sí! ¡A vivir la vida intensamente! ¡Genuinamente! ¡Agradecidos! Como si cada día fuese el último… porque… pudiese serlo.


¡Muchas gracias por su gentil atención!


María Cristina Imolesi Sokol

Psicóloga y Orientadora Familiar

C.I.P. 810

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