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Anna Bozzo

Pareja recién casada


Pensar en el matrimonio puede llenar de muchísima ilusión y alegría a las parejas. Es un inicio precioso en el que la pareja se desenvuelve y disfruta de una nueva fase de su relación. El desarrollo de la pareja y el ciclo vital familiar están representados por una serie de transiciones e hitos que hacen referencia a los sucesos esperados en la mayoría de las familias tradicionales.


Autores como Jara (2011), Carter y McGoldrick (1980), Sholevar (2008), plantean fases del desarrollo que van desde la unión o matrimonio hasta la muerte de uno de los cónyuges. La transición entre los estadios del ciclo involucra crisis o estresores que experimentan los miembros de la familia, especialmente la pareja, para los cuales se estiman algunas “tareas” que, al afrontar adecuadamente, permiten el paso a la siguiente fase del desarrollo o ciclo vital familiar.


Para enfrentar los retos que se presentan a la pareja recién casada, señalamos algunas tareas propias de esta fase del ciclo vital:


1. Separación e Independencia de familia de origen.

El matrimonio debe significar que un progreso relevante ha ocurrido en la tarea de convertirse en individuos emocionalmente independientes de la familia de origen (Carter y McGoldrick,1980), en lugar de representar el inicio de la tarea de independizarse, o ser considerado como un evento automático por el solo hecho de casarse. Además, la adecuada separación o independencia emocional de la familia de origen permitirá que la díada conyugal pueda buscar su propia identidad como pareja, sin tener interferencias en los siguientes estadios del ciclo vital familiar. En la misma línea, Semenova, Zapata y Messager (2015) señalan que esta es una tarea fundamental para el logro de la intimidad en la formación del sistema marital.


Para algunas parejas dicho desprendimiento puede resultar en un proceso un tanto doloroso que representa un duelo; no obstante, en aras de conectar con madurez emocional- así como para la adecuada convivencia con la pareja elegida- es favorable y necesaria la independencia de la familia de origen.


Parte importante en las decisiones de la pareja recién casada, será la negociación del tiempo dedicado a cada familia de origen, así como la forma en que deseen relacionarse con las respectivas familias. Ya sea que decidan mantener la frecuencia de las reuniones familiares o reducir las visitas, es importante que la pareja determine la frecuencia, así como la forma y el rol con el que cada miembro de la pareja se siente más cómodo frente a las familias de origen.


2. Distribución de tareas y roles en el hogar.

Ya sea que anteriormente se viviese con la familia de origen, solos o con algún “roommate”, la convivencia en el matrimonio implica una nueva dinámica que requiere de la redistribución de las tareas del hogar entre ambos miembros de la pareja. Este proceso de distribución de funciones resulta importante para evitar la sobrecarga o incomodidad en alguno de los miembros; y para ello, es recomendable que haya espacios de conversación en los que se permitan evaluar cómo se van sintiendo con las tareas y roles, así como la posibilidad de flexibilizar y modificar según como mejor se acople a la rutina y estilo de la díada conyugal.


3. Momentos de conexión de la pareja.

En ocasiones, el proceso de adaptación a la dinámica matrimonial en conjunto con las respectivas tareas y rutinas puede llegar a ser abrumador para algunas parejas recién casadas, razón por la que resulta crucial contar con espacios de conexión. Gottman (1999) sugiere incluir “rituales de conexión”, como lo pueden ser cenas, citas, celebraciones o actividades significativas e importantes en las que ambos miembros estén verdaderamente presentes y sintonizados. Establecer espacios regulares de conversación que reduzca el estrés en la pareja, así como crear momentos que introduzcan diversión, juego y aventura en la vida de los recién casados. Estos espacios dan cabida a abrir conversaciones que fortalezcan el vínculo y la intimidad de la pareja, tales como elaborar qué necesita uno del otro: “¿Cómo puedo estar ahí para ti?”.


4. Evaluar las expectativas de cada uno con respecto al matrimonio.

Diferentes influencias contextuales, familiares y sociales hacen normal contar con expectativas, tanto de la pareja, como de lo que se espera sea un matrimonio. Es fundamental reconocerlas y conversarlas durante el noviazgo, así como darles seguimiento durante el matrimonio, para evitar sensación de frustración, estancamiento, decepción o rechazo debido a expectativas no realizadas (ver).


John Gottman sugiere que, para sintonizar con la pareja, se pueda:

  • Diferenciar entre anhelos y metas y qué significan para cada uno.

  • Mantener conversaciones alrededor de lo que se espera, tanto individual, como en conjunto.

  • Compartir la vulnerabilidad en un espacio seguro, con honestidad y franqueza.

Revisar las expectativas permite tener mayor comprensión de lo que anhela cada miembro de la pareja en diferentes áreas de la relación, que puede incluir temas tales como: organización y manejo de las finanzas personales y conjuntas; deseos de hijos y estilos de crianza; lenguaje afectivo y demostraciones de afecto, rituales de conexión, frecuencia de las relaciones y fantasías sexuales; metas del futuro a nivel individual y conjunto; entre otros.


5. Acomodar patrones repetidos de familia de origen.

Cada uno cumple una función particular en su familia de origen, y como tal, puede repetir y perpetuar algunas dinámicas relacionales que, en el matrimonio pueden ya sea complementarse, ajustarse o chocar con la pareja. Puede verse en aspectos sencillos como quien cocina y quien recoge y/o lava los platos; roles como quien aporta el dinero del hogar y quien se dedique a la educación de los hijos; patrones de resolución de conflictos (Ejm. hacer como si nada hubiese pasado o conversarlo); la importancia o significado que se le da a las reuniones familiares; la forma de comunicarse entre sí; y así sucesivamente.


Aún cuando puede ser común escuchar “así se hacía en mi casa” o “así lo he hecho siempre”, en la dinámica conyugal puede ser necesario realizar algunos ajustes, escuchando atentamente a lo que es significativo e importante para cada uno. Por ejemplo, si en la familia de origen se aprende que preparar comida y compartir la hora de la comida es una demostración de amor, puede ser doloroso o interpretado como rechazo si la pareja no entiende el significado que esto tiene para su cónyuge.


Si bien aprendemos cómo relacionarnos con otros a partir de cómo nos relacionamos con nuestras familias de origen, la formación de la pareja recién casada da cabida consigo a la formación de la identidad propia de ese núcleo matrimonial. Es decir, con la formación de ese matrimonio, también se abre la puerta a cuestionar, evaluar y probar ¿cómo deseamos nosotros hacerlo de ahora en adelante?



 


Referencias:

  • Moratto, N.S., Zapata, J.J., & Messager T. (2015). Conceptualización de ciclo vital familiar: una mirada a la producción durante el periodo comprendido entre los años 2002 a 2015. Revista CES Psicología, 8(2), 103-121.

  • Carter, Elizabeth A, and Monica McGoldrick. The Family Life Cycle: A Framework for Family Therapy. New York: Gardner Press, 1980

  • Gottman, John M, and Nan Silver. The Seven Principles for Making Marriage Work. New York: Three Rivers Press, 1999.



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