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Ginnie R. Hughes A.

El juego. Se puede jugar en el Siglo XXI


“¡Mamá, estoy aburrido!!”, ¿cuántas veces hemos escuchado esta frase de nuestros hijos?, si lo escuchó, ¡qué bueno!, los niños necesitan estar aburridos para generar imaginación y empezar a jugar.


Cuántos de nosotros aprendimos jugando a través de los mencionados “cocinaitos”, “la queda”, “la casita”; muchos aprendimos a manejar bicicleta con nuestros vecinos en la barriada, o en las vacaciones donde la tía en el interior, solo esperábamos a que se dieran las 4 o 5 de la tarde para que nos llamaran a JUGAR.


El juego nos enseña normas de cortesía, las reglas de “la queda”, “un, dos, tres, pan con queso” y las “escondidas”, eran claras y había que seguirlas, o de lo contrario no tenías derecho a jugar más; el juego enseña el significado de la amistad, ayuda a que se dé la socialización, proceso importante para la adaptabilidad del ser humano, somos individuos, no islas.


El juego permite que los niños amplíen su imaginación, la flexibilidad cognitiva es fundamental para adaptarse a los cambios; imaginar un mundo sin fronteras, en donde todo es posible son los primeros pasos hacia esa flexibilidad.


Hoy en día son pocas las barriadas, cada vez son más los edificios y la vida cosmopolita, llena de tecnología; que parques y áreas recreativas.


A través del juego, el niño explora su ambiente y aprende de él; sin exploración, el niño nunca sabrá que las hormigas pican y que la tierra no se come, tampoco sabrá compartir el columpio en el parque, ni esperar su turno en el tobogán.


Jugar debe formar parte de la rutina diaria, sobretodo en estos tiempos en donde “la diversión” está al alcance de un botón en la televisión o en la tablet.


El juego cambia y se modifica a medida que el niño va creciendo, los niños juegan desde mucho antes del año: cuando el bebé agita sus manos o cuando hace caer la mamadera o el sonajero varias veces para que el adulto lo tome, ese bebé está jugando, aprende e interactúa y forma vínculo.


A los dos años, cuando el lenguaje es fluido y mucho más enriquecido, el juego toma una importancia fundamental, se combina con la comunicación y, de esta manera, el niño no solo recibe del ambiente, sino que también da al ambiente; hay más control de su cuerpo, de sus movimientos y entiende que puede interactuar con otros que no sean sus padres.


Luego de esto, el juego se une al ambiente escolar, donde el niño expande mucho más su imaginación a través de lo que aprende en el aula. En ese momento, el juego es guiado por la motivación de seguir descubriendo; así, los niños imitan la realidad, representan lo que han vivido y lo que desean vivir, el juego se convierte en la actividad donde los niños depositan sus emociones y sus anhelos.


¿Cómo podemos hacer para fomentar el juego en nuestros hijos?

  1. Antes de los 3 años, el juego va a necesitar ser iniciado por el adulto; exponga al niño al ambiente de juego, tírese al suelo y juegue con él.

  2. Dé espacio, en la rutina del niño, al juego. Aprender los colores y números es tan importante como jugar.

  3. Jueguen con juguetes que no necesiten baterías, generalmente esos son los que más imaginación requieren.

  4. Fomente los juegos con elementos naturales: agua, arena, tierra. Esto es esencial para la adaptabilidad sensorial en el niño, tan importante para su desarrollo.

  5. Luego de los tres años, “apúntese a lo que sea”, el juego será dirigido por su hijo, no importa cuán adulto sea usted, estos son los juegos más divertidos.

  6. Sea espontáneo, no importa que esté planeado en el día, si surge el juego déjense llevar.

Recuerde, la próxima vez que escuche a su hijo decir: “mamá, estoy aburrido”, proporciónele cajas de cartón, pintura, tapaderas, bloques de plástico o madera, papel, lápices, pintura, goma y dígale: “Ten, juega” y deje que el juego y la imaginación se apoderen del momento.





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