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Mercedes M. Ruíz, Mgtr

La Terapia Familiar, tema de actualidad.


Los terapeutas del Instituto Panameño de Terapia Familiar y de Pareja somos conscientes de que la violencia ha ido en aumento en nuestro país. Ejemplo de ello son los altos índices de feminicidios registrados en lo que va del año 2015, así como las protestas y el vandalismo que protagonizan los “estudiantes” en las calles de la ciudad capital, entre otros.

Por esta razón y como una forma de hacer nuestra contribución nos unimos al clamor de la sociedad, en general, y nos sumamos a ese llamado urgente para actuar de forma coordinada y congruente, con el objetivo de combatir este flagelo psicosocial en tres niveles de prevención.

La terapia familiar, como su nombre lo indica, es una herramienta terapéutica comprobada en el campo de la salud mental y, desde sus inicios, en la década de 1950 hasta la actualidad, mantiene su objetivo esencial: promover la funcionalidad, crear un sano clima familiar y de pareja, emocionalmente nutritivo, en el que los miembros se logren comunicar de forma clara y directa; identificar y resolver a tiempo sus conflictos y problemas; que puedan expresar sus sentimientos y emociones; crecer, desarrollarse, tener buena autoestima y formar hogares sanos y funcionales.

Las familias y parejas que funcionan con un sistema de reglas que facilita, genera y perpetúa la violencia, requieren ayuda terapéutica conjunta, es decir, que todos sus miembros acudan a cada sesión. Hay que romper el ciclo repetitivo de violencia en el que están atrapadas muchas familias y parejas, así como el desequilibrio de poder, que genera y refuerza la tristeza, la rabia, la frustración, el estrés y la baja autoestima.

El hecho de que el ser humano haya estado expuesto al maltrato durante la niñez y la adolescencia, hace más probable que cuando sea adulto repita un comportamiento violento con los hijos y la pareja.

Al margen del grado y tipo de violencia, el clima emocional que se vive en esas familias es de terror, caos, incertidumbre, miedo, engaño y rabia. Son el caldo de cultivo de múltiples problemas de salud física y mental, como depresión, ansiedad, alcoholismo, adicciones diversas, delincuencia y trastornos de personalidad entre otros.

Estas familias y parejas son destructivas, todos sus miembros sufren y necesitan ayuda para salir y liberarse, de manera sana, de ese estancamiento. Precisamente, los terapeutas familiares hemos sido entrenados para atender a personas en riesgo, con diversos grados de disfunción, de forma que podemos darles el tratamiento especializado que requieren.


La autora es psicóloga clínica, presidenta del Instituto Panameño de Terapia Familiar y de Pareja.

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